Antes de que las hordas de fanáticos se me echen encima, quiero dejar claro que no tengo nada en contra de la práctica del deporte, de ninguno de ellos. Tengo un enorme respeto hacia todos aquellos aficionados y profesionales que se dedican, con empeño, esfuerzo y honradez, a destacar en las más diversas disciplinas, tanto si son olímpicas como si no lo son. Y por supuesto que entiendo que el mundo del deporte, con su progresiva profesionalización, ha entrado en dinámicas de mercado global que son completamente comprensibles y lógicas. Ahora bien, lo de este país con el fútbol ha llegado a un punto enfermizo que ya es hora de que alguien lo denuncie de manera clara. Porque esto no puede seguir así.
España vive desde hace décadas obsesionada con el fútbol, hasta el punto de que uno a veces puede llegar a pensar, si lee ciertos periódicos, ve ciertos programas de televisión o echa un vistazo a las redes sociales dedicadas a ello, que no hay otro deporte, que no existe nada que no sea fútbol, fútbol y más fútbol a todas horas. Es agotador: partidos todos los santos días de todas las santas semanas a lo largo de un año que se divide no en meses o en estaciones, sino en tramos de la temporada: pretemporada, torneos veraniegos y giras, competiciones nacionales e internacionales, supercopas en países de dudosa legalidad internacional, Mundiales, Eurocopas y un larguísimo e inacabable etcétera, repartido cuidadosamente de lunes a domingo a todas horas para que nadie, bajo ningún concepto, se quede en ningún momento sin su debida ración de opio popular.
Y cuando no hay partido, que nadie se preocupe, que para eso están ya las tertulias televisivas y radiofónicas, o programas deportivos que duran más que los propios telediarios de los que supuestamente son secciones. Y si uno es joven o aficionado a videojuegos, qué decir: juegos online de toda clase y condición donde podemos jugar, igual que hacen los papás en la vida real, a apostar dinero y a coleccionar cromos digitales que cuestan un ojo de la cara para ver si nos toca tal o cual estrella del balompié para jugar con él en el metaverso y vivir en la ficción una realidad inalcanzable para la gran mayoría.
Pero es que al margen de la saturación, el fútbol moderno se ha encargado de ir traicionando uno a uno los supuestos valores positivos que un día debió tener y que ya casi nadie recuerda: jugadores que fingen lesiones y que se desploman al mínimo roce del aire sobre sus rostros, que pierden tiempo de la manera más miserable cuando van ganando, que tratan de manipular a árbitros y jueces de línea mintiendo de la manera más bochornosa y que van siempre al límite del reglamento con la violencia por bandera; dirigentes y entrenadores acusando en cuanto tienen un micrófono delante de que la competición está amañada si han perdido el partido o haciéndose los suecos si el fallo ha sido a su favor, quejándose de la altura del césped o de lo que sea para justificar su falta de esfuerzo, inteligencia o nivel de competitividad ante la derrota; por no hablar del lamentable papel de no pocos aficionados que parece que pagan la entrada para poder gritar con total impunidad (y un buen nivel de alcohol en sangre) proclamas fascistas o racistas a la menor ocasión, arrojando objetos al campo o insultando a árbitros, rivales y aficionados del otro equipo como si todo ello obedeciera a una especie de terapia grupal social de domingo por la tarde.
Es una vergüenza masiva de efectos devastadores sobre una sociedad lobotomizada que parece que no sabe hablar o pensar de otra cosa, un suicidio intelectual colectivo lleno de debates absolutamente absurdos acerca de si Pepito es mejor que Menganito o si uno merece más que el otro coleccionar ídolos de oro a mayor gloria de la vanidad de los tales Pepito o Menganito, unos fulanos hipermegamillonarios que viven en palacios y desfilan en coches de lujo que el común de los mortales solo puede soñar con ver en el dichoso metaverso. Aquí a nadie le interesan las reformas laborales o educativas, qué está pasando dentro de este país en ámbitos como la cultura o la política (si les pregunto la alineación de su equipo favorito, me dirán hasta los suplentes; ahora bien, díganme quién gobierna en qué ministerio del actual gobierno. Díganme uno solo, si lo saben); no digamos ya lo que pasa fuera del mundo, donde en muchos sitios no saben ni siquiera lo que es el fútbol, vive Cristo.
A este paso, nuestros jóvenes no sabrán leer un libro y tampoco podrán decir si el Ebro pasa o no por Murcia, pero estarán al día de los chanchullos corruptos entre tal o cual jugador y tal o cual presidente de la Federación del Deporte Único, chanchullos que, por cierto, verán con total normalidad, e incluso respeto, por la cantidad de millones que se reparten ambos personajes: solo faltaba. A este paso, nuestros adultos seguirán sufriendo lo indecible con contratos temporales y trabajos sin condiciones mínimas de dignidad, pero felices cada lunes si su legión de ultramillonarios ha empujado dentro de una red la pelotita más veces que sus archienemigos no menos súpermegamillonarios. Porque eso, y nada más (como dice varias veces cierto himno de uno de estos equipos, por cierto), es lo único que parece importar a este país que sigue a la deriva, y que solo sale a la calle para manifestarse cuando toca profanar la estatua de turno con la bandera de la victoria.
¿Se imaginan un mundo donde el fútbol ocupara un lugar racional y sensato (es decir, secundario), en justa igualdad con los demás deportes? ¿Se imaginan un mundo donde la sociedad no necesitara un vehículo de evasión que en nada va a cambiar sus vidas al margen de quién gane o pierda, ya que solo existe para mayor fortuna de casas de apuestas, bares y empresas privadas? ¿Un mundo donde hubiera algo más que fútbol? ¿Se lo imaginan?
Ildefonso García, "Y nada más", Libertad de opinión, 12-04-2022
PREGUNTAS
A.1 (2 puntos) Haga un comentario de texto del fragmento que se propone contestando a las preguntas siguientes: a) enuncie el tema del texto (0,5 puntos); b) detalle sus características lingüísticas y estilísticas más sobresalientes (1,25 puntos); c) indique qué tipo de texto es (0,25 puntos)
A.2 (1 punto) Redacte un resumen del contenido del texto.
A.3 (1,5 puntos) Elabore un texto argumentativo a favor o en contra de la postura del autor del texto.
A.4 (1,5 puntos) Analice sintácticamente: “Lo de este país con el fútbol ha llegado a un punto enfermizo que ya es hora de que alguien lo denuncie”.
A.5. (1 punto) Analice la estructura interna de la palabra del texto "hipermegamillonarios", y clasifíquela morfológicamente a partir de dicho análisis.
A.6. (2 puntos) La poesía española entre 1939 y 1974. Tendencias, autores y obras más relevantes.
A.7. (1 punto) Comente los aspectos más relevantes de la obra española que haya leído escrita entre 1900 y 1939.
Propuesta de solucionario
1a) El texto es una crítica feroz a la irracionalidad en el consumo del fútbol como deporte de masas en la España contemporánea.
1b) En el texto predomina el registro culto, como puede apreciarse en los periodos amplios sintácticos con los que el autor construye las oraciones. Por ejemplo, puede verse esto en el segundo párrafo, donde sus dos oraciones cuentan con más de cinco verbos cada una, y todo tipo de oraciones compuestas.
Por otro lado, cabe destacar el empleo del registro coloquial (cuesta un ojo de la cara, echa un vistazo), que aparece en momentos en los que la crítica del autor es más incisiva.
En cuanto al uso del lenguaje, podríamos decir que todas las categorías gramaticales adquieren una connotación claramente negativa y despectiva cuando hacen referencia al fútbol. Así, por ejemplo, tenemos adjetivos como "enfermizo" o "lobotomizada", sustantivos como "saturación" u "opio", verbos como "traicionando" o "insultando", y así un largo etcétera.
Frente a esto, la postura propuesta por el autor, de racionalizar estas conductas masivas, se carga de manera positiva. Esto puede verse especialmente en los modalizadores del último párrafo, como "racional", "sensato", "justa igualdad", etc.
Respecto a las funciones del lenguaje, destacan la apelativa (las preguntas directas dirigidas al lector, con fórmula de respeto inlcuida), así como la poética o literaria unida a la expresiva: la función poética, que se puede ver en el empleo de hipérboles e ironías, refuerza la función expresiva, como puede verse en expresiones como "suicidio intelectual colectivo”. Esto sirve para manifestar el elevado grado de indignación del autor sobre el tema que está tratando.
Respecto a la coherencia del texto, puede apreciarse la progresión temática siguiendo la estructura: el texto abre con un planteamiento que sirve para posicionar al autor como defensor de la racionalidad en el consumo del deporte, y crítico con los excesos del fútbol.
En segundo lugar, dedica dos párrafos a hablar de la saturación que vive el país con el fútbol. En el siguiente párrafo, introduce la idea de la inmoralidad de sus protagonistas
Termina afirmando en los últimos dos párrafos que todo esto supone una desgracia social generalizada, y propone en el apartado de conclusiones una serie de reflexiones para el lector
Todo ello conlleva una profundización de la idea, desde el posicionamiento inicial hasta la reflexión final del texto.
Respecto a la cohesión, el texto maneja varios recursos fundamentales, como la recurrencia de palabras clave y expresiones equivalentes (fútbol, deporte, opio popular)
A nivel pragmático, el emisor parece legitimado por su conocimiento de los entresijos del fútbol; su inferencia es una llamada a la sensatez para todos aquellos aficionados que quizá no habían llegado a ese tipo de reflexión.
1c) Estamos ante un texto argumentativo circular, que se enmarca dentro del ámbito discursivo de las ciencias sociales y el deporte.
A2.- Existe un comportamiento social respecto al fútbol que ha sobrepasado los límites de lo razonable: es un deporte que acapara excesivamente la atención de la mayor parte del país y provoca una obsesión a todas las edades. Se trata de un entretenimiento que puede llegar a ser perjudicial a tales niveles de adicción, además de que plantea muchas cuestiones éticas y morales por la actitud de sus principales protagonistas.
A3.- Sobre el debate acerca de la excesiva importancia que se le concede al fútbol en este país, yo me posiciono en contra de la opinión del autor y creo que se está exagerando todo.
La falacia de la generalización en la que incurre el autor lleva a pensar que todos los implicados en este deporte, tanto profesionales como aficionados, son gente inmoral, racista, violenta e impresentable. Me parece muy torpe englobar de esa manera tan simplista a millones de personas que disfrutan, en su gran mayoría, con sensatez y raciocinio de lo que no deja de ser un mero pasatiempo.
En mi caso, el fútbol me sirve como descanso después del trabajo; me permite conectar con mi familia y me da un tema de conversación sencillo con amigos y compañeros que sirve como aliciente positivo.
Es cierto que este tipo de ocio tiene sus puntos oscuros y que puede que haya un determinado grupo de personas que lo vivan de una manera poco saludable, pero estamos hablando de uno de los deportes más reconocidos a nivel global, con iconos como Pelé, Maradona o Messi que sirven de inspiración para millones de niños en todo el planeta.
Creo que, en conclusión, todas aquellas personas que no quieran verse rodeadas del fenómeno del fútbol, lo tienen tan fácil como apagar la televisión y abrir un libro.
A5) Esta es un adjetivo calificativo especificativo, está en grado superlativo, es masculina y plural.
En cuanto a la estructura interna, su lexema sería -“millon"- Cuenta con dos morfemas sufijos prefijos superaltivos (hiper- y -mega-), y por otro lado, tiene un morfema sufijo derivativo adjetivador (-ari-). A esto se le añade un morfema flexivo de género -o- y un morfema flexivo de número plural -s.
Estamos, por todo ello, ante una palabra derivada.
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