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Comentario para practicar (Semana del 18 al 22 de enero)

Es casi una tradición generacional por parte de los adultos echar la vista hacia los más jóvenes y criticar su comportamiento, su forma de hablar y sus costumbres en el ámbito del ocio haciendo hincapié en lo perjudicial de sus hábitos o su falta de respeto permanente a las normas sociales. Los sociólogos han establecido que hay algo inherente al ser humano para que considere que su generación fue la última en conservar no se sabe muy bien qué esencias y que todo lo que viene detrás es poco menos que una degradación y el caos absoluto. Y este es un ciclo que, invariablemente, se repite.

Así, la misma juventud que hoy es objeto de feroces ataques por su irresponsabilidad e inconsciencia no tardará demasiado en hacer exactamente lo mismo con los que vengan luego, y criticarán con la misma dureza su forma de vestir, su forma de relacionarse o sus hábitos de vida poco saludables, entre otros asuntos. Dirán que en sus tiempos se hacía todo de una manera mucho más rigurosa, seria y disciplinada, no como ahora; que ellos tenían una exigencia en casa y en la escuela que nada tiene que ver con la permivisidad actual; que ellos tenían valores y que no se dejaban llevar por modas superfluas, no como ahora; que ellos bebían o fumaban y mantenían relaciones, pero con cabeza y no como ahora, que es una bacanal permanente. Dirán, en definitiva, que ellos son los guardianes de esas últimas esencias, como han hecho todas y cada una de las generaciones que abandonan la juventud y que, quizá, necesitan esa forma de consuelo para sobrellevar el hecho de que ya no son jóvenes y han dejado atrás los mejores años de su vida.

Sea como fuere, lo cierto es que para todos aquellos críticos de las nuevas generaciones, nada mejor que este panorama actual de pandemias y confinamientos, donde día sí y día también vemos en las noticias intervenciones policiales ante hordas de jóvenes que queman contenedores, trepan por las fachadas de edificios en horas de toque de queda y celebran botellones y fiestas a la salud de sus mayores: macrofiestas en las calles, raves en los polígonos, casas rurales infestadas de todo tipo de sustancias, y todo ello sin mascarilla ni distancia de seguridad de ninguna clase, solo faltaba. Se calcula que en los últimos tres meses la policía ha tenido que desalojar más de 10.000 celebraciones a lo largo y ancho del territorio nacional, donde ha participado una media de 100 jóvenes por evento social, lo que nos da una idea de lo mucho y bien que hemos logrado concienciarles de los problemas generados por el dichoso virus.

A partir de aquí, como siempre, se desatan las iras de los adultos hacia la irresponsabilidad de la juventud, y llega la indignación y el "esto en mis tiempos no pasaría" que antes mencionamos. Lo que no escucho en ninguna de esas voces críticas, concienciadas y responsables es la autocrítica de qué estamos haciendo mal como sociedad para que nuestros jóvenes solo se planteen el alcohol y la fiesta como único remedio para combatir el desgaste, enorme y prolongado en el tiempo, que supone para todos vivir en esta situación de restricciones permanentes. Creo que sería conveniente que nos planteemos en qué hemos fallado para que una buena parte de la población entre los 16 y los 30 años solo se plantee su libertad en términos etílicos (y de otras sustancias, evidentemente), y que en cuanto aparecen toques de queda y confinamientos se desate lo evidente: el síndrome de abstinencia, o la dependencia y adicción, en definitiva, a estas y otras drogas.

Una juventud que desde que está en la tierna infancia ve alcohol en su casa y en todas partes, que sale a la calle y ve a todo el mundo, incluidos esos adultos responsables y concienciados, atiborrándose a cañas a todas horas y en todas partes, que celebra las navidades con sus adultos brindando y vaciando botellas (a ver si resulta que las fiestas navideñas solo las celebran los jóvenes), que lleva desde que tiene la menor conciencia en absolutamente cualquier evento con alcohol de por medio tanto en familia como en sociedad, ahora resulta que esperamos que sea un ejemplo de comportamiento y conducta y permanezca en sus casas haciendo crucigramas o leyendo un libro. 

Yo no creo que esta juventud sea cualitativamente diferente de la que yo viví: no creo que los jóvenes de hoy fumen, beban o hagan nada especialmente peor que antes; no creo que tengan menos valores y no estoy seguro, en absoluto, de que mi generación hubiera tenido una actitud diferente en caso de una pandemia como la que vivimos ahora mismo, porque creo que mi generación, y las anteriores y las que están por venir, viven en una sociedad que nunca ha tenido demasiados valores, y que no tiene, por desgracia, más horizonte, consuelo ni desahogo que la botella o algo incluso peor a la menor ocasión. Y si los adultos queremos sentirnos fenomenal con nuestra conciencia pensando que nosotros fuimos unos jóvenes ejemplares y maravillosos, pues adelante, pero no me parece ni medio normal olvidar que estos que vienen ahora son nuestros hijos, sobrinos, nietos y descendientes, y que alguna responsabilidad tendremos como referente para que esta situación sea el desastre que es, que eso nadie lo duda.


Preguntas sobre el texto:

1.- Haga un comentario de texto del fragmento que se propone contestando a las preguntas siguientes: a) enuncie el tema del texto (0,5 puntos); b) detalle sus características lingüísticas y estilísticas más sobresalientes (1,25 puntos); c) indique qué tipo de texto es (0,25 puntos)

2.- Redacte un resumen del contenido del texto (1 punto)

3.- Elabore un texto argumentativo a favor o en contra de la posición del autor (1,5 puntos)

4.a. Analice sintácticamente: Yo no creo que esta juventud sea cualitativamente diferente de la que yo viví (1,5 puntos)

4.b. Explique el concepto de sinonimia aplicado con ejemplos extraídos del propio texto (1 punto)


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