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1º de Bachillerato. Textos de la Poesía Narrativa (Tema 15)


FRAGMENTOS DEL CANTAR DE MIO CID

CANTAR 1ºEl Cid deja sus casas y tierras
 De los sus ojos tan fuertemente llorando,
volvía la cabeza, se las quedaba mirando:
 vio puertas abiertas, postigos sin candados,
y las perchas vacías, sin pieles y sin mantos,
o sin halcones, o sin azores mudados.
Suspiró mio Cid, que se sentía muy preocupado;
habló mio Cid, bien y muy mesurado:
"gracias doy, señor padre, que estás en lo alto,
esto me han urdido mis enemigos malos."
Allí piensan aguijar, allí sueltan las riendas.
A la salida de Vivar, tuvieron la corneja diestra,
y, entrando en Burgos, tuviéronla siniestra.
Meció mío Cid los hombros y movió la cabeza:
¡albricias, Álvar Fáñez, que echados somos de tierra!
Mío Cid Ruy Díaz por Burgos entraba,
en su compañía, sesenta pendones llevaba.
Salíanlo a ver mujeres y varones,
burgueses y burguesas por las ventanas son,
llorando de los ojos, ¡tanto sentían el dolor!
De las sus bocas, todos decían una razón:
¡Dios, qué buen vasallo, si tuviese buen señor!

(El Cid pasa por San Pedro de Cardeña para despedirse de su mujer, doña Jimena, y a sus hijas, doña Elvira y doña Sol.)

He aquí a doña Jimena que con sus hijas va llegando;
 dos dueñas las traen a ambas en sus brazos.
Ante el Campeador doña Jimena las rodillas ha hincado.
 Lloraba de los ojos, quiso besarle las manos:
«¡Ya Campeador, en hora buena engendrado,
«por malos intrigantes de Castilla sois echado!»
 «Ay, mi señor, barba tan cumplida,
 «aquí estamos ante vos yo y vuestras hijas,
 «(muy niñas son y de pocos días),
 «con estas mis damas de quien soy yo servida.
«Ya lo veo que estáis de partida,
 «y nosotras y vos nos separamos en vida.
 «¡Dadnos consejo, por amor de Santa María!»
Alargó las manos el de la barba bellida,
a las sus hijas en brazos las cogía,
acercólas al corazón que mucho las quería.
Llora de los ojos, muy fuertemente suspira:
«Ay, doña Jimena, mi mujer muy querida,
«como a mi propia alma así tanto os quería.
 «Ya lo veis que nos separan en vida,
«yo parto y vos quedáis sin mi compañía.
«Quiera Dios y Santa María,
«que aún con mis manos case estas mis hijas,
«y vos, mujer honrada, de mí seáis servida».
(Conquistas del Cid)
Embrazaron los escudos delante del corazón:
las lanzas ponen en ristre envueltas en su pendón;
todos inclinan las caras por encima del arzón
y arrancan contra los moros con muy bravo corazón.
A grandes voces decía el que en buena hora nació:
"¡Heridlos, mis caballeros, por amor del Creador,
aquí está el Cid, Don Rodrigo Diaz el Campeador!".
Todos caen sobre aquel grupo donde Bermúdez se entró
Éranse trescientas lanzas, cada cual con su pendón.
Cada guerrero del Cid a un enemigo mató,
al revolver para atrás otros tantos muertos son.
Allí vierais tantas lanzas, todas subir y bajar,
allí vierais tanta adarga romper y agujerear,
las mallas de las lorigas allí vierais quebrantar
y tantos pendones blancos que rojos de sangre están
y tantos buenos caballos que sin sus jinetes van.
A Santiago y a Mahoma todo se vuelve invocar.
Por aquel campo caídos, en un poco de lugar
de moros muertos había unos mil trescientos ya.

CANTAR 2º Las pretensiones de los infantes de Carrión
De los infantes de Carrión yo os quiero contar,
Hablando en consejo con todo secreto están:
Las nuevas de mío Cid muy adelante van;
Demandemos sus hijas para con ellas casar;
Creceremos en nuestra honra e iremos adelante.
Venían al rey Alfonso con esta puridad:

(Los infantes de Carrión proponen al Rey la solicitud de matrimonio con las hijas del Cid. El Rey trata el asunto con Minaya y Pero Bermúdez, y pide vistas con el Cid, que comunica por escrito la respuesta al Rey).

Merced os pedimos, como a Rey y a señor natural;
Con vuestro consejo lo queremos hacer nos,
Que nos demandéis las hijas del Campeador;
Casar queremos con ellas a su honra y a nuestra pro.
Una gran hora el Rey pensó y meditó:
Yo eché de tierra al buen Campeador,
Y, haciéndo yo a él mal y él a mí gran pro,
Del casamiento no sé si tendrá sabor;
Mas, pues vos lo queréis, entremos en la razón.
A Minaya Álvar Fáñez y a Pero Bermúdez,
El rey don Alfonso entonces los llamó;
A una cuadra, él los apartó:
Oídme, Minaya, y Pero Bermúdez, vos:
Sírveme mío Cid, el Campeador,
Él lo merece y de mí tendrá perdón;
Viniéseme a vistas si de ello hubiese sabor.
Otros mandados hay en esta mi corte:
Diego y Fernando, los infantes de Carrión,
Sabor han de casar con sus hijas ambas a dos;
Sed buenos mensajeros y ruégooslo yo
Que se lo digáis al buen Campeador.
CANTAR 3º La cobardía de los Infantes de Carrión
En Valencia estaba el Cid y los que con él son;
con él están sus yernos, los infantes de Carrión.
Echado en un escaño, dormía el Campeador,
cuando algo inesperado de pronto sucedió:
salió de la jaula y desatóse el león.
Por toda la corte un gran miedo corrió;
embrazan sus mantos los del Campeador
y cercan el escaño protegiendo a su señor.
Fernando González, infante de Carrión,
no halló dónde ocultarse, escondite no vio;
al fin, bajo el escaño, temblando, se metió.
Diego González por la puerta salió,
diciendo a grandes voces: «¡No veré Carrión!»
Tras la viga de un lagar se metió con gran pavor;
la túnica y el manto todo sucios los sacó.
En esto despertó el que en buen hora nació;
a sus buenos varones cercando el escaño vio:
«¿Qué es esto, caballeros? ¿Qué es lo que queréis vos?»
 «¡Ay, señor honrado, un susto nos dio el león».
Mío Cid se ha incorporado, en pie se levantó,
el manto trae al cuello, se fue para el león;
 el león, al ver al Cid, tanto se atemorizó
que, bajando la cabeza, ante mío Cid se humilló.
Mío Cid don Rodrigo del cuello lo cogió,
 lo lleva por la melena, en su jaula lo metió.
Maravillados están todos lo que con él son;
lleno de asombro, al palacio todo el mundo se tornó.
Mío Cid por sus yernos preguntó y no los halló;
 aunque los está llamando, ninguno le respondió.
Cuando los encontraron pálidos venían los dos;
del miedo de los Infantes todo el mundo se burló.
Prohibió aquellas burlas mío Cid el Campeador.
Quedaron avergonzados los infantes de Carrión.
 ¡Grandemente les pesa esto que les sucedió!


(La afrenta de Corpes)
Quédanse solos los cuatro, todo el mundo se marchó,
tanta maldad meditaron los infantes de Carrión. 
"Escuchadnos bien, esposas, Doña Elvira y Doña Sol:
vais a ser escarnecidas en estos montes las dos,
 nos marcharemos dejándoos aquí a vosotras, y no
tendréis parte en nuestras tierras del condado de Carrión.
Luego con estas noticias irán al Campeador
y quedaremos vengados por aquello del león." […]
Desfallecidas se quedan, tan fuertes los golpes son,
los briales y camisas mucha sangre los cubrió.
Bien se hartaron de pegar los infantes de Carrión,
 esforzándose por ver quién pegaba mejor.
Ya no podían hablar Doña Elvira y Doña Sol.
En el robledal de Corpes por muertas quedan las dos. 
Lleváronse los infantes los mantos y pieles finas
y desmayadas las dejan, en briales y camisas,
entre las aves del monte y tantas fieras malignas.
Por muertas se las dejaron, por muertas que no por vivas.

[Álvar Fáñez y muchos hombres del Cid van a recoger a doña Elvira y doña Sol. La reunión es emocionante. Todos vuelven a Valencia. El Cid recibe un mensaje diciéndole que están cerca.]

Al que en buen hora nació llegaba el mensaje,
 aprisa cabalga, a recibirlos sale;
iba jugando las armas, grandes gozos hace.
Mío Cid a sus hijas íbalas a abrazar,
besándolas a ambas sonriéndoles está:
 «¿Venís, hijas mías? ¡Dios os guarde de mal!
«Yo accedí a vuestras bodas, no me pude negar.
«Quiera el Creador, que en el cielo está,
«que os vea mejor casadas de aquí en adelante.
«De mis yernos de Carrión, ¡Dios me haga vengar!»
Las hijas al padre la mano van a besar.
Jugando las armas iban, entraron en la ciudad;
doña Jimena, su madre, gozosa las fue a abrazar.
El que en buen hora nació no lo quiso retardar;
de los suyos, en privado, se quiso aconsejar:
al rey Alfonso, un mensaje decidieron enviar.
(El rey restablece la honra del Cid y de su familia)
He aquí que dos caballeros entraron en la corte;
al uno dicen Ojarra, de Navarra embajador,
al otro Iñigo Jiménez, del infante de Aragón.
Besan las manos al rey don Alfonso,
piden sus hijas a mío Cid el Campeador,
para ser reinas de Navarra y de Aragón
y que se las diesen con honra y bendición.







Romances

Romance del prisionero
Que por mayo era, por mayo, 
 cuando hace la calor,
cuando los trigos encañan  
y están los campos en flor,
cuando canta la calandria  
y responde el ruiseñor,
cuando los enamorados  
van a servir al amor;
sino yo, triste, cuitado,  
que vivo en esta prisión;
que ni sé cuándo es de día  
ni cuándo las noches son,
sino por una avecilla  
que me cantaba el albor.
Matómela un ballestero;  
déle Dios mal galardón.

Romance de Fontefrida
Fontefrida, Fontefrida,  
Fontefrida y con amor,
do todas las avecicas  
van tomar consolación,
si no es la tortolica  
que está viuda y con dolor.
Por ahí fuera pasar  
el traidor del ruiseñor,
las palabras que él decía  
llenas son de traición;
—Si tu quisieses, señora,  
yo sería tu servidor.
—Vete de ahí, enemigo, 
 malo, falso, engañador,
que ni poso en ramo verde,  
ni en prado que tenga flor,
que si hallo el agua clara, 
 turbia la bebía yo;
que no quiero haber marido,  
porque hijos no haya, no,
no quiero placer con ellos,  
ni menos consolación.
Déjame, triste enemigo,  
malo, falso, mal traidor,
que no quiero ser tu amiga  
ni casar contigo, no.

Romance del Enamorado y la Muerte
Un sueño soñaba anoche,   
soñito del alma mía,
soñaba con mis amores,   
que en mis manos los tenía,
Vi entrar señora tan blanca,   
muy más que la nieve fría.
— ¿Por donde has entrado, amor?  
¿Cómo has entrado, mi vida?
Las puertas están cerradas,    
ventanas y celosías.
— ¡Ay, Muerte tan rigurosa,   
déjame vivir un día!
— Muy de prisa se calzaba,   
más de prisa se vestía;
ya se va para la calle,   
en donde su amor vivía.
— ¿Cómo te podré yo abrir   
si la ocasión no es venida?
Mi padre no fue al palacio,   
mi madre no está dormida.
— Si no me abres esta noche,  
 ya no me abrirás, querida;
la Muerte me está buscando,   
junto a ti vida sería.
— Vete bajo la ventana   
donde labraba y cosía,
te echaré cordón de seda   
para que subas arriba,
y si el cordón no alcanzara,   
mis trenzas añadiría.
La fina seda se rompe;   
la Muerte que allí venía:
— Vamos, el enamorado,   
que la hora está cumplida.

Romance del conde Arnaldos
   ¡Quién hubiese tal ventura    
sobre las aguas de mar,
como hubo el conde Arnaldos    
la mañana de San Juan!
Con un falcón en la mano    
la caza iba cazar;
vio venir una galera    
que a tierra quiere llegar:
las velas traía de seda,    
la ejarcia de oro torzal,
marinero que la manda    
diciendo viene un cantar
que la mar ponía en calma,   
los vientos hace amainar,
los peces que andan al hondo   
arriba los hace andar,
las aves que andan volando    
al mástil vienen posar.
Allí habló el conde Arnaldos,    
bien oiréis lo que dirá:
   —Por tu vida, el marinero,    
dígasme ora ese cantar.
Respondióle el marinero,    
tal respuesta, le fue a dar:
—Yo no digo esta canción    
sino a quien conmigo va.

Lanzarote y el orgulloso
Nunca fuera caballero    
de damas tan bien servido
como fuera Lanzarote    
cuando de Bretaña vino:
que dueñas curaban dél,   
 doncellas del su rocino;
esa dueña Quintañona,    
ésa le escanciaba el vino,
la linda reina Ginebra    
se lo acostaba consigo.
Y estando al mejor sabor,    
que sueño no había dormido,
la reina toda turbada    
un pleito ha conmovido.
—Lanzarote Lanzarote,    
si antes hubieras venido
no hablara el Orgulloso    
las palabras que había dicho,
que a pesar de vos, señor,    
se acostaría comigo.--
Ya se arma Lanzarote    
de gran pesar conmovido;
 despídese de su amiga,    
pregunta por el camino,
topó con el Orgulloso    
debajo de un verde pino.
Combátense de las lanzas,    
a las hachas han venido.
Ya desmaya el Orgulloso,   
 ya cae en tierra tendido;
cortárale la cabeza,    
sin hacer ningún partido.
Vuélvese para su amiga    
donde fue bien recibido.




Gonzalo de Berceo. Milagros de Nuestra Señora

V. El pobre caritativo



132
Era un omne pobre          que vivié de raziones,
non avié otras rendas          nin otras furcïones
fuera quando lavrava,          esto poccas sazones:
tenié en su alzado          bien poccos pepïones.


133
Por ganar la Gloriosa          que él mucho amava,
partiélo con los pobres          todo quanto ganava;
en esto contendié          e en esto punnava,
por aver la su gracia          su mengua oblidava.


134
Quando ovo est pobre          d'est mundo a passar,
fablóli muy sabroso,          queriélo falagar,
udieron la palavra          todos los del logar.


135
«Tú mucho cobdiciest          la nuestra compannía,
sopist pora ganarla          bien buena maestría,
ca partiés tus almosnas,          diziés 'Ave María',
por qué lo faziés todo          yo bien lo entendía.


136
Sepas que es tu cosa          toda bien acabada,
ésta es en que somos          la cabera jornada;
el 'Ite missa est',          conta que es cantada,
venida es la ora          de prender la soldada.



137
Yo so aquí venida          por levarte comigo,
al regno de mi Fijo          que es bien tu amigo,
do se ceban los ángeles          del buen candïal trigo;
a las Sanctas Virtutes          plazerlis há contigo.»


138
Quando ovo la Gloriosa          el sermón acabado,
desamparó la alma          al cuerpo venturado,
prisiéronla de ángeles,          un convento onrrado,
leváronla al Cielo,          ¡Dios sea end laudado!


139
Los omnes que avién          la voz ante oída,
tan aína vidieron          la promesa complida;
a la Madre gloriosa          que es tan comedida,
todos li rendién gracias,          quisque de su partida.


140
Qui tal cosa udiesse          serié malventurado
si de Sancta María          non fuesse muy pagado,
si más no la onrrasse          serié desmesurado,
qui de ella se parte          es muy mal engannado.


141
Aun más adelante          queremos aguijar:
tal razón como ésta          non es de destajar,
ca éstos son los árbores          do devemos folgar,
en cuya sombra suelen          las aves organar.





Libro de Aleixandre. Introducción.

Señores, si queredes   mi servicio prender,
querríavos de grado   servir de mi mester;
deve de lo que sabe   omne largo seer,
si non, podrié en culpa   e en riebto caer.

Mester traigo fermoso,   non es de joglaría,
mester es sin pecado,   ca es de clerezía
fablar curso rimado   por la quadema vía,
a sílabas contadas,   ca es grant maestría.

Juan Ruiz. El Libro de Buen Amor.

Como dice Aristóteles, cosa es verdadera,
El mundo por dos cosas trabaja: la primera,
Por aver mantenencia; la otra era
Por aver juntamiento con hembra placentera.

Si lo dixiese de mío, sería de culpar;
Díselo grand filósofo, non só yo de rebtar;
De lo que dice el sabio non debemos dubdar.
Que por obra se prueba el sabio e su fablar.

Que dis’ verdat el sabio claramente se prueba
Omes, aves, animalias, toda bestia de cueva
Quieren, segund natura, compaña siempre nueva;
Et quanto más el omen que a toda cosa se mueva.

El fuego siempre quiere estar en la senisa,
Como quiera que más arde, cuanto más se atisa,
El omen quando peca, bien ve que deslisa,
Más non se parte ende, ca natura lo entisa.

Et yo como soy omen como otro pecador,
Ove de las mujeres a veces grand amor;
Probar omen las cosas non es por ende peor,
E saber bien, e mal, e usar lo mejor.

Poema de Fernán González

Cuando el rey Rodrigo su hueste hubo juntado
-era ejército enorme, mas todos desarmados-,
Fue a luchar contra los moros, pagaron sus pecados,
Pues fue los profetas esto profetizado.

Tenía el rey don rodrigo siempre la delantera,
Salió contra los moros, les frenó la carrera,
Se encontraron en el campo que llaman Sangonera,
Cerca del Guadiana donde está su ribera.
[…]
Volvieron con las huestes a luchar preparados,
Reanudaron el combate donde lo habían dejado:
Murieron los cristianos todos, ¡ay, malhadados!
Del buen rey en ese momento no tuvieron noticia.

En Viseo hallaron después la sepultura
Donde yacía el rey muerto, con esta escritura:
“Aquí yace don Rodrigo, un rey de gran natura,
El que perdió la tierra por su desventura”.



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